martes, 7 de octubre de 2014

LA ENFERMEDAD DE MÉXICO



Haciendo un rápido repaso a la historia de México, me atrevo a categorizarlo en tres etapas: pasamos por éstas tierras que con su “Revolución Mexicana” motivó a muchos líderes a soñar en una sociedad más justa, entre ellos y a pesar de los años a la “Revolución Cubana” de Fidel Castro, luego pasamos al México como el país latinoamericano con más posibilidades de alcanzar el desarrollo, y finalmente estamos presenciando – un paralelismo interesante – de ese México de un Estado fallido, importantes regiones e instituciones controladas por los carteles, los criminales más poderosos e influyentes del narcotráfico a nivel mundial, y que sin embargo, vemos a ese México de importantes reformas que involucra transversalmente a los sectores políticos como el “Pacto por México”.


A pesar de estar recibiendo con más frecuencia que nunca noticias de muertos y más muertos en la lucha contra el narcotráfico, nos impactan una y otra vez noticias como esta: “El alcalde de Iguala, José Luis Abarca, prófugo desde que el viernes 26 de septiembre desaparecieran en su ciudad 43 alumnos de magisterio y fueran encontradas días después seis fosas clandestinas con 28 cadáveres pendientes de identificar.
 ¿Cómo es que se llegó a este nivel de violencia? Claramente ya no es solo droga. Uno de los cambios más importantes en la industria criminal de los últimos años ha sido la toma del poder local, apoderarse de los municipios y sus recursos. Para entender este lamentable proceso Moisés Naím, un respetado analista internacional, menciona tres causas generales:

1.       El resultado de décadas de tolerancia frente a los narcotraficantes (impunidad).
2.       Culpa del Presidente Calderón, quién, sin un plan claro, le declaró la guerra a los     narcotraficantes, rompiendo así el equilibrio que mantuvo al país en relativa             calma durante años.
3.       La enfermedad de México es importada, principalmente por Estados Unidos,           “quienes importan la droga, genera criminales riquísimos y nos exporta                      libremente ametralladoras que nos están matando.”

Y aunque estas tres causas están presentes, estoy de acuerdo que la enfermedad de México es más compleja. A Calderón lo dejaron solo, y una guerra contra el narcotráfico no puede hacerla solo un Presidente, es un tema de Estado, de toda una población, de Estados Unidos y de Latinoamérica, ¿pero cómo culpar la frustración del pueblo mexicano ante los miles de muertos que deja esta guerra y el poco avance de la misma? Según el Informe País delInstituto Nacional Electoral del Méxicoel 70% afirma que “no se puede confiar en la mayoría de las personas”. Además, sólo 36% confía en el gobierno de su estado y apenas el 30% tiene confianza en el gobierno municipal. Los mexicanos recelan del legislador, del alcalde, del político, pero también del maestro (desconfía de ellos el 44%), del cura (45%), de los demás ciudadanos de a pie.

No los culpo, quién podría culparlos, si ven a diario que el político, el periodista, el juez, el maestro, el empresario, están cooptados por don dinero y su maletín milagroso con olor a coca. Hay raras excepciones, y estas excepciones son las que alimentan mi nuevo dicho: Más valiente que mexicano enfrentándose al narcotráfico, sea un político, un periodista, un juez, un maestro o un empresario, y nótese el cambio de "el" por "un".

Y vaya que hay que tener bolas para enfrentarse al narco, todos en latinoamérica debemos honrar a quienes dan la cara arriesgando sus vidas, y que por lo general, salvo raras excepciones ya mencionadas, quienes dan la cara son "simples" civiles, sin un título que los exalte hasta el olímpo, a lo más, serán solo aquellos padres de familia que debieron enterrar a su hijo torturado y descuartizado por quién sabe quién, pero suficiente razón para ser quienes realmente estén dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias.


Algún día "todo muerto recuperará la identidad de su rostro, todo desaparecido la ubicación exacta de su desgracia y todo culpable la cara que ha de permanecer ya siempre tras las rejas", mientras tanto, la enfermedad debe seguir combatiéndose, es el precio que hay que pagar por descuidar la salud del cuerpo por tantos años. 

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