Haciendo un rápido repaso a la historia de México, me atrevo a
categorizarlo en tres etapas: pasamos por éstas tierras que con su “Revolución
Mexicana” motivó a muchos líderes a soñar en una sociedad más justa, entre
ellos y a pesar de los años a la “Revolución Cubana” de Fidel Castro, luego pasamos
al México como el país latinoamericano con más posibilidades de alcanzar el
desarrollo, y finalmente estamos presenciando – un paralelismo interesante – de
ese México de un Estado fallido, importantes regiones e instituciones
controladas por los carteles, los criminales más poderosos e influyentes del
narcotráfico a nivel mundial, y que sin embargo, vemos a ese México de
importantes reformas que involucra transversalmente a los sectores políticos
como el “Pacto por México”.
A pesar de estar recibiendo con más frecuencia que nunca noticias de muertos y más muertos en la lucha contra el narcotráfico, nos impactan una y otra vez noticias como esta: “El alcalde de Iguala, José Luis Abarca, prófugo desde que el viernes 26 de septiembre desaparecieran en su ciudad 43 alumnos de magisterio y fueran encontradas días después seis fosas clandestinas con 28 cadáveres pendientes de identificar.”
¿Cómo es que se llegó a este nivel de violencia? Claramente ya no es solo droga. Uno de los cambios más importantes en la industria criminal de los últimos años ha sido la toma del poder local, apoderarse de los municipios y sus recursos. Para entender este lamentable proceso Moisés
Naím, un respetado analista internacional, menciona tres causas generales:
1. El resultado de
décadas de tolerancia frente a los narcotraficantes (impunidad).
2. Culpa del Presidente
Calderón, quién, sin un plan claro, le declaró la guerra a los narcotraficantes, rompiendo así el equilibrio que mantuvo al país en relativa calma durante años.
3. La enfermedad de
México es importada, principalmente por Estados Unidos, “quienes importan la
droga, genera criminales riquísimos y nos exporta libremente ametralladoras que
nos están matando.”
Y aunque estas tres causas están presentes, estoy de acuerdo que
la enfermedad de México es más compleja. A Calderón lo dejaron solo, y una
guerra contra el narcotráfico no puede hacerla solo un Presidente, es un tema
de Estado, de toda una población, de Estados Unidos y de Latinoamérica, ¿pero
cómo culpar la frustración del pueblo mexicano ante los miles de muertos que
deja esta guerra y el poco avance de la misma? Según el Informe
País delInstituto Nacional Electoral del México“el 70% afirma que “no se puede confiar en la mayoría de las personas”.
Además, sólo 36% confía en el gobierno de su estado y apenas el 30% tiene
confianza en el gobierno municipal. Los mexicanos recelan del legislador, del
alcalde, del político, pero también del maestro (desconfía de ellos el 44%),
del cura (45%), de los demás ciudadanos de a pie.”
No los culpo, quién podría culparlos, si ven a diario que el
político, el periodista, el juez, el maestro, el empresario, están cooptados
por don dinero y su maletín milagroso con olor a coca. Hay raras excepciones, y
estas excepciones son las que alimentan mi nuevo dicho: Más valiente que
mexicano enfrentándose al narcotráfico, sea un político, un periodista, un
juez, un maestro o un empresario, y nótese el cambio de "el" por
"un".
Y vaya que hay que tener bolas para enfrentarse al narco, todos en
latinoamérica debemos honrar a quienes dan la cara arriesgando sus vidas, y que
por lo general, salvo raras excepciones ya mencionadas, quienes dan la cara son
"simples" civiles, sin un título que los exalte hasta el olímpo, a lo
más, serán solo aquellos padres de familia que debieron enterrar a su hijo
torturado y descuartizado por quién sabe quién, pero suficiente razón para ser
quienes realmente estén dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias.
Algún día "todo muerto recuperará la
identidad de su rostro, todo desaparecido la ubicación exacta de su desgracia y
todo culpable la cara que ha de permanecer ya siempre tras las rejas",
mientras tanto, la enfermedad debe seguir combatiéndose, es el precio que hay
que pagar por descuidar la salud del cuerpo por tantos años.
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