Vio la luz en 1989 en los últimos días del matrimonio entre Jaime
Gúzman y la dictadura de Pinochet, y hasta el día de hoy es el sistema
electoral de las parlamentarias que ha dividido al país en dos bloques, y
durante más de 20 años de puesta en práctica se han escuchado voces de reforma
o de cambio, las discusiones sobran, debates abundan, estudios o papers hay por montones, lo cierto es
que el sistema binominal es uno de los candados para las grandes reformas que muchos
vemos la necesidad de llevar a cabo en Chile.
Este sistema Binominal ha sido considerado único en el mundo,[1] y con la intención de ser
modificado en múltiples ocasiones durante los más de veinte años desde el
regreso de la democracia, encontrando siempre la negación de la derecha. Lo
cierto es que éste sistema electoral ha sido utilizado en siete elecciones
(1989, 1993, 1997, 2001, 2005, 2009 y 2013), podemos entonces sacar
conclusiones reales y no ficticias de lo que en sencillos términos, las ventajas
y desventajas que este sistema electoral nos ha dejado.
Con la traumática experiencia del año 1973, muchas lecciones se
aprendieron, y una de ellas fue el gran componente de ideologías extremas
dentro del Congreso Nacional, un sistema multipartidista polarizado, de amplia
representación proporcional, que llevó al quiebre democrático, así los
defensores asérrimos del Binominal repetirán el siguiente pasaje con cierta
emocionalidad de culto: “Las respuestas a
estas y otras interrogantes inclinan al Ejecutivo a propiciar un sistema
electoral mayoritario, que dé expresión, fundamentalmente, a las grandes
corrientes de opinión, que tenga un cierto efecto reductivo en el número de
partidos, que no reitere la nefasta experiencia electoral y partidista de la
década que culminó en 1973, que ofrezca claridad al elector sobre el
significado y consecuencias de su voto y que introduzca pragmatismo en las
decisiones por el bien del país, favoreciendo la moderación de todos los
actores políticos. (Historia de la Ley, 48-9)[2]
Ya en 1993, Edgardo Boeninger en compañía, siendo
Ministro Secretario General de la Presidencia, del gobierno de Aylwin,
realizaron un anteproyecto que buscaba un sistema más proporcional, el cual fue
rechazado.
Bajo el gobierno de Frei Ruiz-Tagle se presentaron
numerosos proyectos de ley de reforma, entre ellos en 1997 se envió un mensaje
que buscó un cambio sustituyendo el sistema binominal por el de cifra o
cociente repartidor de votos, el cual por falta de apoyo no prosperó.
Luego bajo el gobierno de Lagos finalmente logró retirar
de la Constitución la referencia al sistema electoral, incorporándolo a la Ley
Orgánica Constitucional de Votaciones Populares y Escrutinios, con la trampita
semi-escondida de dejar en la Constitución una norma transitoria (artículo 13
transitorio) que para efectuar cambios requeriría de las tres quintas partes de
Diputados y Senadores.
Más tarde también e crea una comisión llamada “comisión
Boeninger” para reformar el sistema, comisión creada bajo el gobierno de
Bachelet, una de las muchas comisiones que creó por cierto. Su objetivo era
proponer más de una alternativa al Ejecutivo. Finalmente ese proyecto fue
rechazado en mayo de 2008 por no alcanzar el quórum especial [3]
Detrás de todos estos intentos de reforma están toda
clase de discusiones, una amplia bibliografía académica, y diversas posturas, a
favor o en contra. Las posturas se han expresado en todo su esplendor durante
estos 24 años cada cierto tiempo, para luego desvanecerse como la niebla hasta
que la coyuntura nuevamente traiga el debate sobre la mesa. Una de las razones
que explica fuertemente esto es que parlamentarios en ejercicio modifiquen las
reglas del juego por los cuales fueron electos, citando sólo a uno de muchos: Przeworskim
citado en Bowler et al. (2006) los cambios en los sistemas electorales serían
relativamente raros debido a que “son los mismos parlamentarios quienes deben
modificar las instituciones por las que fueron electos. Por lo anterior, las
instituciones serían perdurables ya que los políticos preferirían tener reglas
permanentes que les permitan mantener el control de su patrimonio.”[4]
[1] Según
Carey es un sistema de “listas abiertas donde los votantes muestran su
preferencia por determinados individuos dentro de las listas electorales: en
primer lugar, se contabilizan todos los votos para averiguar que listas han
obtenido más sufragios y determinar así la distribución de los escaños en
ellas, después se precisa, considerando únicamente las preferencias mostrads
por los votantes, qué candidato o candidatos de cada lista ocuparán el o los
escaños que le corresponan a esta. (Carey, John. Las virtudes del sistema
binominal. 2006. Revista de ciencia política. 2006.)
[2]
Recopilación de documentos oficiales relativos a la Historia de la Ley 18.979
sobre Sistema Electoral, disponible en la Biblioteca del Congreso Nacional.
[3] Los
cambios buscados en los gobiernos de la Concertación se ven con mayor detalles
en: Ideas y Propuestas. Fundación Jaime Guzmán. Sistema binominal y
participación política. 2010.
[4] Garrido
y Cabezas. Modificaciones al sistema binominal: La necesidad de una reforma. Pp
184