sábado, 12 de diciembre de 2015

SUICIDIOS EN CHILE: UNA MIRADA SOCIAL


Según datos de la Organización Mundial de Salud cada 40 segundos se suicida una persona en el mundo. Si bien es una problemática de ámbito internacional, algunos países han logrado bajar sus tasas de suicidios mientras que otros en las últimas décadas las han aumentado considerablemente.



Acá es donde tanto Corea del Sur como Chile comparten una triste realidad, ambas son las naciones en que más ha aumentado las tasas de suicidios en las últimas dos décadas.
                                    

                                      Cambio en las tasas de suicidios
              Gráfico 2. Porcentaje, cambios en las tasas de suicidios entre
                             1990-2011 o último período disponible.




No es mera casualidad que ambas naciones compartan este récord, vaya que no.

Ambas naciones dieron paso a sus avances en desarrollo económico y social basado en una cancha donde las leyes del mercado regulan el diario vivir en su más pura expresión, acá es donde uno se pregunta del por qué a pesar del crecimiento económico y un supuesto aumento en la calidad de vida tenemos en ambos países el mayor aumento en las tasas de suicidio. Mucho se ha escrito acerca que los estudios de los suicidios se hacen no solo analizando cifras sino también el contexto social en que se lleva a cabo la violencia hacia sí mismo buscando la muerte.

No es solo coincidencia que en ambos países con marcadas huellas de la economía neoliberal en la mentalidad de la sociedad en su conjunto suenen tanto palabras como “emprendimiento”, “meritocracia” etc., donde el poder económico está concentrado en pocas familias, lo que lleva a trabajar mucho con bajas remuneraciones y  escasas relaciones entre empresario y trabajador para negociar dichos problemas.

El filósofo Byung-Chul Han denomina como “sociedad del cansancio” al comienzo del siglo XXI desde un punto de vista patológico, no bacterial ni viral sino neuronal. La superproducción que nos acompaña, el superrendimiento o la supercomunicación provoca lo que Han llama la violencia neuronal, es decir, una violencia que es inmanente al sistema mismo, que no es percibida como una fuerza extraña y por ende no es enfrentada como tal. Nuestras generaciones trabajan en una sociedad cansada donde, pareciera ser, que el único acto de libertad para terminar con este cansancio patológico es el suicidio.

Y claro, la gran gracia del sistema de dominación neoliberal que impera en ambas naciones es que tal sistema convierte al trabajador oprimido en empresario, en empleador de sí mismo, hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa, como lo señala nuestro filósofo: “El sujeto sometido no es ni siquiera consciente de su sometimiento. Se cree libre. Esta técnica de dominación neutraliza la resistencia de una forma muy efectiva. La dominación que somete y ataca la libertad no es estable. Por ello el régimen neoliberal es tan estable, se inmuniza contra toda resistencia porque hace uso de la libertad, en ligar de someterla.[1]

Continúa el autor afirmando que “hoy Corea del Sur tiene la tasa de suicidio más alta del mundo. Uno emplea violencia contra sí mismo, en lugar de querer cambiar la sociedad. La agresión hacia el exterior que tendría como resultado una revolución cede ante la autoagresión.[2]

Este sujeto sometido, al creerse libre, mantiene las lógicas de este sistema, en donde cada individuo al ser su propio empresario “contribuye cotidianamente al sostenimiento del “sistema”. Incapaces de darse cuenta de que esos sucedáneos, provistos por quienes realmente se benefician del “sistema”, están diseñados exclusivamente para mantenerlos en la esperanza incumplible de un éxito, objetivo, que cada vez está reservado a menos personas. Pero sigue compitiendo, busca el beneficio, bajo formas reales o irreales: esa es la forma adecuada y necesaria para lograr el mejor de los mundos posibles[3].”

Los jóvenes en nuestro país, entre 10-19 años y 20-24 años suman 42,5% en tasas de suicidios, esto es, entre esos 14 años de edad se suicidan más que todo el resto de la población.
Pero las cifras indican un panorama aún menos alentador para Chile: duplica la tasa de mortalidad juvenil por suicidio de Latinoamérica y el Caribe.

También en Corea del Sur el suicidio es la principal causa de muerte entre adolescentes y jóvenes en 2013.

Nuestros jóvenes son los que se llevan la peor parte de este sistema social-económico. Hacer algo al respecto implica no sólo aumentar gasto en salud, incorporar la depresión como prioridad en los sistemas de salud pública y privada e informar claramente acerca del diagnóstico y el tratamiento correspondiente, todo esto es necesario, pero según lo que hemos visto brevemente, no es suficiente.

Es necesario que como país llevemos a cabo un debate profundo sobre lo que estamos construyendo como nación, cuáles deben ser sus bases, sus pilares fundamentales, ¿la competencia? ¿el esforzarse por ser mejor que otro? ¿o la solidaridad? ¿construir una comunidad que genere realmente una sociedad más justa e igualitaria?

Todo el sistema económico-social chileno, como ustedes deben saberlo muy bien, está pensado para la competencia, sería bueno que ante la oportunidad que nos daremos como sociedad de construir una nueva Constitución pensemos el modelo de sociedad, por el bien de nuestros jóvenes y compatriotas que cada vez ven como la única solución el suicidio.  






[1] Fuente: http://elpais.com/elpais/2014/09/22/opinion/1411396771_691913.html
[2] Idem.
[3] Véase: Ferreira, M., & Martínez-Arrarás, J. (2014). Neoliberalismo y Postmodernidad: La crónica de un suicidio colectivo y las lecciones no aprendidas de la modernidad. Intersticios. Revista sociológica de pensamiento crítico., 5-12.



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